Paisaje sonoro un patrimonio cultural inmaterial desconocido

Toda población genera su propio mapa sonoro junto a un mapa acústico variable. Cada mapa sonoro se compone de diferentes paisajes sonoros, que gracias a sus sonidos característicos tienden a definir la identidad social y cultural de toda localidad.

Paisaje sonoro un patrimonio cultural inmaterial desconocido
Paisaje sonoro, resumen, el efecto de la industrialización en las medianas y grandes poblaciones homogeneiza la identidad sonora tendiendo a neutralizar de forma progresiva los sonidos tradicionales de los espacios cotidianos y de la propia cultura sonora autóctona. Por ello, cabe preguntarse si actualmente quedan rasgos sonoros capaces de definir la identidad cultural de nuestras poblaciones.

Manuel Sánchez Cid
Profesor Contratado Doctor
Facultad. de Ciencias de la Comunicación. Universidad Rey Juan Carlos. Camino del Molino s/n – Fuenlabrada – Madrid

Basilio Pueo
Profesor de Comunicación Audiovisual
Dpto. Comunicación Audiovisual y Psicología Social. Universidad de Alicante (UA). Carretera de San Vicente del Raspeig,

Mª Ángeles San Martín Pascal
Profesora Titular Interina de Universidad
Facultad. de Ciencias de la Comunicación. Universidad Rey Juan Carlos. Camino del Molino s/n – Fuenlabrada – Madrid

Pero la importancia del tema no reside únicamente en la transformación de la identidad sonora de nuestro entorno, sino en el derecho que todo ciudadano tiene a disfrutar de una sostenibilidad ambiental sonora que permita espacios pensados para una mayor comodidad de sus habitantes. Por eso, la realidad actual nos lleva a plantearnos cuestiones como: ¿Está sufriendo una degradación irrecuperable nuestra identidad cultural sonora? ¿Existen mapas sonoros y acústicos de las poblaciones? ¿Se establecen y cumplen diseños sonoros en lo urbanístico que respeten las necesidades del ser humano? ¿Qué proporción se da en nuestras ciudades entre sonido legítimo y ruido no deseado?
El presente trabajo reflexiona sobre la importancia de algo tan tangible en la vida diaria de todos los ciudadanos como es la identificación de los paisajes sonoros, su sostenibilidad como elemento cultural y medioambiental, y la necesidad de una concienciación firme que permita lograr un mayor respeto hacia los ecosistemas sonoros.

Palabras clave
Paisaje sonoro, mapa sonoro, mapa acústico, identidad cultural sonora, sostenibilidad ambiental sonora, urbanismo sonoro.

Abstract

Every population generates its own soundscape with a variable acoustic map. Each of these maps consists of different soundscapes which, thanks to its characteristic sounds, tend to define the social and cultural identity of every locality.
The effect of industrialization in medium and large populations homogenizes the sound identity, tending to progressively neutralize the traditional sounds of everyday spaces and of their own native culture sound. Therefore, the question is whether sound features are still present, able to define the cultural identity of our people.

However, the issue’s importance lies not only in the processing of sound identity of our environment, but the right of every citizen to enjoy a sound environmental sustainability to allow public areas for greater comfort of its inhabitants. Therefore, the current situation leads us to ask questions like: Is our sound cultural identity suffering an irretrievable breakdown? Are there acoustic and sound maps of populations? Are urban design established to respect the needs of human beings? What proportion is given in our cities between legitimate sound and unwanted noise?

This paper reflects on the importance of something as tangible in the daily life of all citizens as is the identification of soundscapes, its sustainability as a cultural and environmental element, and the need for a strong awareness that would achieve greater respect for sound ecosystem.

Key words

Soundscape, sound map, acoustic map, sound cultural identity, environmental sustainability sound, sound planning.

Introducción sobre el Paisaje sonoro

El sonido que nos rodea como parte integrante de nuestra vida cotidiana no debería ser menospreciado, infravalorado e incluso ignorado. De él depende en gran medida nuestra interrelación con el entorno y el reconocimiento del mismo. Sin embargo, día a día las ciudades sufren una progresiva intromisión de sonidos de procedencia artificial que degradan la idiosincrasia cultural sonora de las poblaciones y convierten al ciudadano en un elemento pasivo, permisivo y casi cómplice de su deterioro.

Las ciudades deben diseñarse y construirse al servicio de sus ciudadanos, permitiendo que estos se integren y convivan con la ciudad en una relación positiva que fomente la construcción de una identidad mutua. El progreso no debería llevar asociado una pérdida de la identidad cultural y una degradación de la sostenibilidad ambiental, por eso, el trabajo que aquí se presenta tiene por objeto resaltar la necesidad de reconocer y proteger el entorno sonoro autóctono como elemento de identidad característico, así como hacer ver en el sonido medioambiental un instrumento de convivencia positivo.

El trabajo se centra por tanto en dos ámbitos que inevitablemente mantienen una estrecha relación: por un lado el paisaje sonoro como identidad cultural y por otro el entorno sonoro como elemento medioambiental. Esto enmarca la investigación en un contexto científico basado en las ciencias sociales y en concreto en ciencias de la comunicación, aunque perfectamente podría mantener una estrecha relación con el urbanismo y las ciencias medioambientales.

Objetivos
Por un lado se pretende buscar la reflexión hacia el reconocimiento, respeto y preservación de los entornos sonoros como elementos integradores de nuestra vida cotidiana, y por otro, resaltar una realidad que al entender de los autores debería estudiarse en profundidad por los organismos competentes y que a tenor de los datos recabados no parece considerarse como una prioridad a corto plazo.

Metodología

Se han analizado distintas referencias documentales, valorado investigaciones de carácter internacional, estudios y desarrollos medioambientales locales, normativas, directivas y ordenanzas. Al tiempo se ha realizado una labor de campo con observación, registro de muestras sonoras, toma de medidas de nivel de presión sonora y análisis de las muestras. Es evidente que el desarrollo de una investigación representativa requiere de un grueso de medidas que no ha sido posible alcanzar en el presente ejercicio, lo que no le resta solidez por la presumible coherencia de sus reflexiones.

1. El paisaje sonoro o la suma de sus fuentes

Se podría definir paisaje sonoro como la suma de las distintas fuentes sonoras que lo componen independientemente de su número y origen, bien sean de procedencia natural o artificial. Es indiscutible que en el principio de los tiempos, los diferentes entornos poseerían una esencia natural compuesta por fuentes sonoras ajenas a todo artificio derivado de la intervención del hombre; paisajes sonoros compuestos por sonidos producidos por el viento, el mar, la lluvia, los rayos o los animales entre otros. Sin la acción del hombre estos paisajes sonoros seguirían posiblemente inalterados en la fecha actual y, su mezcla, siempre diversa y particular, compondría la verdadera seña de identidad propia de todo entorno sonoro puramente natural u originario.

Pero el ser humano también es una fuente sonora natural más: su voz, sus gritos, sus jadeos y sus cánticos, representan su forma de expresión como lo puede ser el ladrido para un perro o el rugido para un león. Por ende, un paisaje sonoro en el que los sonidos naturales del hombre en su más pura esencia cohabitan con los del resto de fuentes naturales del entorno, puede ser perfectamente definido como integrante del entorno sonoro natural. Este es el inicio de una importante controversia, ya que, ¿dónde está el limite entre el paisaje sonoro natural y el artificial? ¿Toda alteración sonora no natural de un entorno originario debe considerarse artificio? Por ejemplo, los instrumentos musicales diseñados por el hombre, ¿son fuentes naturales o artificiales?, ¿se pueden considerar naturales solamente los acústicos?, ¿por qué no los electroacústicos? ¿Un coche de caballos es natural o artificial?, ¿y el de motor a vapor, o el de gasolina? Sin duda, la aparición de fuentes sonoras derivadas de los procesos de industrialización es un claro origen de la alteración de todo entorno natural. También es cierto que la implementación paulatina de sonidos artificiales en los entornos sonoros antaño naturales, ha sido asumida por el hombre de forma progresiva y con el paso del tiempo integrada como parte del magma global que representa el mapa sonoro poblacional y buena parte de los naturales. Por ello, los sonidos derivados de la industrialización no deberían considerarse como destructivos siempre que respetasen las normas de integración en todo paisaje sonoro natural, por lo que su características serían legítimas en esa gran mezcla sonora que se da en todo entorno sonoro, si su protagonismo fuese el justo y necesario como aportación puntual y no estableciese un predominio absoluto enmascarante que anulase al resto de sonidos característicos. Esto es lo que actualmente se da en los paisajes sonoros de las poblaciones de mediano y gran tamaño, en las que el desmesurado protagonismo de los sonidos de origen artificial, (en concreto los procedentes de los vehículos motorizados) , ha conseguido establecerse como un sonido constante de extraordinario predominio sobre el resto, lo que de forma flagrante rompe el equilibrio sonoro y redefine negativamente el concepto de ecosistema acústico compensado que debería darse consecuencia de la interacción de las distintas fuentes sonoras que lo componen.

Tal vez una división basada en sonidos naturales o artificiales sea excesivamente simplista a tenor de la variedad de fuentes sonoras y de la compleja integración de las mismas, siendo posiblemente más acertado hablar de entornos o paisajes sonoros representativos de épocas o periodos, siempre considerando las características socioculturales específicas y, por supuesto, sin olvidar esa esencia que definió cada una de ellas. En este sentido sí podría establecerse una amplia clasificación de multitud de sonidos característicos conforme a su composición en frecuencia y nivel de intensidad, así como diseñar una clasificación evolutiva de paisajes sonoros conforme a la suma de los anteriores. Esto definiría con gran precisión la evolución a lo largo del tiempo de los distintos paisajes sonoros característicos y permitiría obtener de dicho estudio conclusiones respecto la incorporación de nuevos sonidos procedentes de cualquier fuente sonora, ya sea natural o artificial.

Por otro lado, ha de tenerse en cuenta la peculiar relación del ser humano con su entorno, en la que gracias al sentido del oído (que permanece siempre alerta), el hombre integra a nivel sensorial y perceptivo todos los acontecimientos sonoros que se suceden a su alrededor. No es una observación superficial, ya que la interpretación del conjunto de las fuentes sonoras interviene directamente en el reconocimiento de espacios, situaciones y relaciones socioculturales, lo que puede ser de innegable ayuda en el proceso de integración del hombre en los distintos entornos, así como servir de mecanismo de alerta y prevención ante posibles riesgos. Según Westerkamp, H. (1994) “cuando comenzamos a familiarizarnos con el paisaje sonoro de una nueva cultura comenzamos a sentirnos allí un poco más en casa, comenzamos a sentirnos más seguros” .

Relativo a la importancia que adquiere para el ser humano la integración con su entorno sonoro, es curioso observar como algunas compañías de coches como Audi, Opel, Nissan u Honda, plantean incorporar en sus vehículos eléctricos sonidos artificiales que simulen a los característicos de los vehículos de combustión. En Audi, Ralf Kunkel (responsable del departamento de acústica), ha señalado que en el caso del nuevo modelo Audi e-Tron, ”la solución lógica debería pasar por investigar sobre la base del sonido familiar que emite un motor de combustión” , ya que al producir un sonido muy atenuado, los responsables de dichas compañías entienden que puede suponer un riesgo para los viandantes. Evidentemente puede ser de interés para las personas invidentes, pero no sería lógico reproducir los errores cometidos hasta la fecha por las compañías automovilísticas, quienes conscientes del nivel de presión sonora que generan sus vehículos de combustible tradicional, continúan sobrepasando claramente los niveles máximos permisibles en los entornos urbanos. Por lo que de cara a una posible incorporación de sonidos característicos en los nuevos vehículos alimentados por energía eléctrica, lo más lógico sería dotarles de un sonido que les identificase y al tiempo les integrase perfectamente en el paisaje sonoro de forma no invasiva, respetando la integridad de todos aquellos sonidos considerados como naturales.

Como anécdota relacionada con la integración no invasiva de los niveles sonoros de fuentes sonoras artificiales , Paisaje sonoro, uno de los autores del presente trabajo fue el responsable de sonido de una obra teatral que representó a España en la Expo92 y recorrió distintas plazas del territorio español, la obra en concreto es “La petenera” , en el presente caso con un claro corte clásico. Pues bien, en su representación en el Palacio de Festivales de Santander, recibió la felicitación del público y de los responsables de las instalaciones al lograrse una delicada cohesión de niveles sonoros entre las fuentes naturales (actores, coros y bailarines), y las fuentes artificiales o sistemas de refuerzo electroacústicos (altavoces), lo que posibilitó que se percibiera la señal con un único origen proveniente de los propios actores, integrándose perfectamente en todo el entorno sonoro del recinto y pareciendo lo escuchado, la propia señal emitida de forma natural por los actores. Si esto es posible en el ámbito profesional, en igual medida lo es en la aplicación industrial, todo dependerá del estudio e interés de los diseñadores. No obstante, en caso de obstinada resistencia, siempre debería atenderse al cumplimiento de la normativa como defensa del interés de la ciudadanía.

Schafer, uno de los precursores del estudio del paisaje sonoro, considera que un paisaje sonoro puro o hi-fi se caracterizaría por una carencia de enmascaramiento producida por lo que denomina “ruido”, con el resultado de que todos los sonidos podrían diferenciarse distintivamente» (Schafer: 1977).

En definitiva, los paisajes sonoros se definen por la suma de las distintas fuentes sonoras que los componen, por lo que para los autores, su composición debería respetar y hacer prevalecer en todo momento el sonido originario de las fuentes sonoras consideradas como naturales, obligando así a una progresiva readaptación de los sonidos artificiales hasta la consecución de niveles de presión sonora lógicos que permitan la preservación y no degradación de los distintos mapas sonoros, así como faciliten la normal convivencia de sus habitantes.

2. El paisaje sonoro como identidad cultural

Se podría decir que todo contenido incluido en un paisaje sonoro conlleva una información significativa añadida, tanto de sus fuentes referenciales como del entorno que las aglutina. Se convierte así el paisaje sonoro en un globalizador dinámico de significados y significantes que proporciona información constante de todos los elementos que lo integran. Por lo tanto, no es únicamente una suma de cualidades acústicas basadas en frecuencias y niveles, es a su vez una redacción sonora de un lugar determinado; redacción que nos proporciona una valiosa información de su entorno, de su actividad, de sus moradores y su forma de relacionarse, y por supuesto, de la propia naturaleza que le da vida. Todo este conglomerado de datos significativos conforma una identidad propia y dinámica en el tiempo, reconocible y definible hasta tal punto, que va más allá de la pura percepción, sintonizando con infinidad de valores generadores de sensaciones relacionadas con formas de vida y de cultura.

Sensaciones que producen lecturas emocionales de diferente signo siempre vinculadas a la esencia personal de cada receptor. Por ello, todo entorno sonoro es un constante reproductor de las condiciones de vida de un medio en continua transformación que infiere a su lectura e interpretación un número indeterminado de significados. ¿Se podría asegurar entonces que si se identifican los significantes de un paisaje sonoro sería factible reconocer y comprender un entorno social y su cultura? Para R. Murray Schafer, “el medio ambiente acústico general de una sociedad puede entenderse como un indicador de las relaciones sociales, de las cuales es consecuencia, y que a través suyo podemos conocer algunas cosas acerca de la dirección de desarrollo de dicha sociedad” (Murray Schafer, R.:1977). Otra posible respuesta la tendrían las personas que han viajado fuera de su entorno a ciudades y culturas distintas a la suya, ya que, aunque la industrialización tiende a homogeneizar la mayoría de las referencias autóctonas, en todo paisaje sonoro se dan cualidades sonoras propias de cada entorno; cualidades que vienen dadas por la combinación de un extenso número de factores tanto físicos y biológicos (divisibles en abióticos y bióticos ), como de índole social o creados por el hombre. Por ejemplo, factores como la temperatura, la humedad (aspectos físico-acústicos que intervienen directamente en la transmisión del sonido); la fauna y flora; la orografía, composición del suelo, la existencia y variabilidad del viento; el tipo de construcciones y sus materiales, el diseño urbanístico, la anchura de las calles y la altura de los edificios; la densidad demográfica, el ritmo vital y actividad de la población; las normativas medioambientales y de convivencia (por ejemplo, nivel de ruido permitido y normas de tráfico); la hora del día y la estación del año, entre otras muchas variables. Esta suma de datos facilita el proceso de identificación, reconocimiento y asociación cultural que se da incluso en espacios de gran semejanza. No suena igual el paseo marítimo de San Sebastián (Guipúzcoa), que el de Alicante, así como es diferenciable el sonido existente en la T-4 del Aeropuerto de Madrid-Barajas, del sonido del Aeropuerto Kingsford Smith de Sydney-Australia. Lo cierto que ambos paseos marítimos y ambos aeropuertos son semejantes en apariencia, pero es comprobable que cuando se está en uno u otro lugar, las diferencias en la composición sonora asociable provoca sensaciones diferentes.

Conforme a la exposición anterior, aunque podría confirmarse que todo paisaje sonoro contiene una valiosa información que le hace característico, único y distinguible del resto, curiosamente parece no existir una conciencia social relativa al reconocimiento, respeto y preservación de los paisajes sonoros como identidad cultural. Es sencillo, existen pinacotecas, museos etnográficos, enológicos, del ejército, del ferrocarril, del vestido, incluso de los suplicios (situado en Santillana del Mar-Cantabria), pero se escapa al conocimiento de los autores la existencia de un museo que recoja la evolución de los paisajes sonoros como hecho cultural. Dicha documentación facilitaría un reconocimiento de la identidad sonora de cada entorno en distintos periodos temporales, así como posibilitaría identificar y analizar todos los cambios sufridos consecuencia de aspectos tanto naturales como sociales, convirtiéndose en una fuente documental descriptiva de carácter histórico con un innegable valor patrimonial.

Gracias a la tecnología actual podemos servirnos de herramientas suficientes para poder obtener miles, millones de muestras sonoras reflejo del entorno sonoro global. Esto no es un capricho, es casi una obligación hacia las generaciones venideras. Documentar el proceso de evolución social mediante la grabación de los paisajes sonoros es otra forma de herencia cultural que entronca directamente con la observación, el análisis y el recuerdo. La memoria ayuda a no cometer los errores del pasado. Por eso, preservar en la mayor medida posible la integridad natural de los paisajes sonoros significa permitir que nuestras generaciones futuras convivan con ecosistemas menos alterados. De esta forma, el propósito de lograr mantener paisajes sonoros normalizados se convierte en un doble instrumento: por un lado cultural o de defensa de la identidad sonora de los distintos entornos o paisajes sonoros y, por otro, con un claro fin de respeto hacia el entorno y sus moradores.

La trascendencia adquirida a nivel científico es tal que, distintos proyectos nacionales e internacionales como World Soundscape Project (WSP) , World Forum for Acoustic Ecology (WFAE) , Escoitar , Acoustic Ecology Institute , Acoustic Enviroments in Changes , Centre de recherche sur l’espace sonore et l’environnement urbain (CRESSON) , Ciudad Sonora o el propio grupo GISECOM , se centran en el estudio de los paisajes sonoros con diferentes objetivos pero con un claro nexo común: el estudio del paisaje sonoro como bien cultural, identificador del cambio social y reflejo de los ecosistemas sonoros.

3. Paisaje sonoro y contaminación acústica: una relación consentida

La industrialización progresiva ha ido transformando no sólo a las culturas y sus modos de vida tradicionales, sino que ha provocado la correspondiente alteración del medio ambiente sonoro. Una alteración que somete a los paisajes sonoros y los conduce inequívocamente a una degradación progresiva. Pero el problema no estriba sólo en la agresión a los valores culturales existentes en los distintos ecosistemas sonoros, va más allá, siendo perfectamente identificable el daño y su causa por la relación de equilibrio que mantienen: paisaje sonoro, identidad cultural y respeto medioambiental. Los estudios sobre el paisaje sonoro saltan la alarma ante el problema del ruido y la relación del ser humano con su entorno. Estudios que indirectamente ponen de relieve la llamativa la relación del hombre con su sentido auditivo, ya que aunque el oído es extremadamente capacitador y sensible, sufre de forma muy especial el efecto enmascarante producido por entornos que sobredimensionan el nivel de presión sonora, restringiendo así la efectividad auditiva a una dimensión espacial variable que se reduce conforme aumenta el nivel de presión sonora del estímulo. Esto es comprobable si se extrapola tal situación al estudio de los niveles sonoros de la producción audiovisual, que conforme a una investigación desarrollada por GISECOM (Manuel Sánchez Cid y Basilio Pueo), se ha demostrado que en los medios radio y televisión españoles, entre otros, el nivel de presión sonora establecido por defecto en sus producciones supera en 9 y 10 dB el nivel recomendado. Esto es sencillamente indicativo de un defecto de forma que evidencia un llamativo desconocimiento técnico y comunicativo. No obstante, el incremento desmesurado de presión sonora es algo que parece estar presente en buena parte de la sociedad. Los jóvenes por ejemplo, tienden a escuchar sus reproductores portátiles a nivel casi absoluto, lo que en dispositivos con microauriculares puede traducirse entre 80 y 85 dB, pese al daño a largo plazo que ocasionan en su sistema auditivo. En los conciertos en directo con sistema electroacústico se sobrepasa el nivel de seguridad de 65-70 dB recomendado por la O.M.S. , alcanzando fácilmente en conciertos masivos los 100 y 105 dB. Otro claro ejemplo podría ser el nivel sonoro que se alcanza en España en el interior de bares, cafeterías y otras instalaciones dedicadas a la restauración gastronómica, en los que no es difícil alcanzar un nivel de 80 dB sólo con la interrelación de los clientes, lo que dificulta cualquier comunicación sonora interpersonal así como evidencia una agresión auditiva no justificable. Pero en realidad, el principal protagonista de las alteraciones de la mayoría de los entornos sonoros no es otro que el tráfico rodado. Existen otros perturbadores sonoros como zonas industriales, pasillos aéreos e incluso zonas de recreo, pero comparativamente son casos puntuales respecto a la dimensión global del problema acústico que representa el tránsito de vehículos de combustible; aunque en ningún caso la perturbación que produce cualquiera de los mencionados es justificable.

¿Se podría denominar a esta intromisión sonora de carácter invasivo y perturbador, contaminación Acústica? Sin duda. El término contaminación acústica hace referencia al sonido molesto que se considera como un contaminante, y no se refiere a una tipología de sonidos más o menos estéticos o armónicos, sino a aquellos que por sus cualidades intrínsecas o añadidas resultan nocivos para el ser humano y su entorno. Por lo que un nivel elevado de sonido molesto o ruido indicará un grado de contaminación acústica.

Un problema añadido de la contaminación acústica es la falta de relación entre el tamaño de la fuente que produce la agresión acústica y el espacio o extensión que se ve afectada por ella. Como ejemplo, una moto de 125 cc no llega a 2,5 metros de longitud, sin embargo, su influencia sonora puede alcanzar los 60 ó 70 metros dependiendo de sus revoluciones. Este ejemplo viene a determinar que a su vez existen fuentes productoras de contaminación acústica de carácter estático (obras, carreteras, zonas culturales, de recreo, estaciones de tren, aeropuertos y zonas industriales), que pueden ser localizadas, aisladas y controladas en mayor medida; así como el mayor problema deviene de las fuentes sonoras contaminantes espacialmente dinámicas (vehículos a motor terrestres, aviones y trenes entre otros), que presentan una dificultad añadida en su control individualizado, pero que pueden ser identificadas y controladas como conjunto.

Si se considera que los mayores productores de contaminación acústica son los vehículos rodados de motor y que el actual parque automovilístico español a Junio de 2011 ha crecido hasta los 28.000.000 de vehículos, de los cuales, un 80% pertenece al segmento de los turismos , y que cada vehículo a una velocidad de 35 Km/h produce un nivel sonoro medio de 63 dB, es evidente que repartidos por los kilómetros del territorio español la contaminación acústica es un hecho. Lógicamente es un supuesto hipotético aunque no irreal, ya que si fuese llevado a términos de estudio de laboratorio y de campo, las distintas medidas corroborarían que conforme a las recomendaciones de la OMS y a las cifras medias de las legislaciones europeas , no podría circular prácticamente ningún vehículo a más de 25 Km/h.
Este es un problema complejo, ya que la generación del ruido procedente de los vehículos en su mayor parte no es originada en el motor sino del roce de los neumáticos con el asfalto. Escúchese una bicicleta y se podrá comprobar que incluso ésta produce ruido por la fricción de sus rodaduras. En la generación de ruido por vehículos a motor intervienen aspectos directos tan variados como: el tipo de vehículo (motocicleta, turismo, camión, autobús, siendo la primera el vehículo más contaminante); el estado del vehículo; el tipo de neumáticos; el estado de los mismos; el peso del vehículo; el tipo de combustible (los motores de diesel producen mayor nivel sonoro que los de gasolina); la potencia del motor; la velocidad de la marcha o el tipo de asfalto entre otros. Lo que está claro es que si después de 103 años de experiencia en la fabricación de automóviles en serie esta problemática no ha sido solucionada, la perspectiva de futuro no es demasiado halagüeña a corto plazo. Otro problema latente es la constante queja de representantes políticos y ciudadanos de las poblaciones afectadas por la huella sonora de los pasillos aéreos. Quejas que incluso siendo argumentadas mediante contrastados y rigurosos estudios independientes, obtienen respuestas dilatantes y no resolutivas. Este es un problema que se da en la mayoría de las poblaciones con aeropuerto activo . Igualmente existen otros tipos de contaminación acústica como la producida por la construcción o la generada por las zonas de ocio y esparcimiento cultural. En más ocasiones de las deseadas se da un cúmulo de ambas circunstancias.
De todo lo anterior se desprende que el ruido o contaminación acústica está demasiado presente en los diferentes ecosistemas, primando su actividad comprometedora y destructiva en las poblaciones medias y grandes (no por el nivel de perturbación individual de sus fuentes sino por la suma del conjunto), logrando neutralizar e incluso anular los rasgos sonoros característicos de cada población. Pero esta problemática no sólo afecta a la idiosincrasia cultural de cada localidad, en igual grado de importancia afecta a la salud de los ecosistemas así como a la de sus habitantes .
En opinión de los autores, una posible solución a medio plazo sería el reconocimiento de la ecología acústica como una de las prioridades de las políticas ambientales junto a una progresiva sensibilización ambiental de la ciudadanía. La calidad de vida de los seres humanos depende tanto del respeto al ecosistema sonoro como del respeto y cuidado del agua o del aire.

4. Urbanismo sonoro: un Paisaje sonoro al servicio del ciudadano

Hay quien piensa que el problema del ruido en las ciudades es en parte responsabilidad de los urbanistas. Cierto es que el suelo está limitado, que existe una excesiva concentración de viviendas y que se ha sufrido una planificación bajo la presión especulativa, pero a pesar de todo, existen ejemplos de ciudades con planteamientos auténticamente concebidos para el ciudadano: diseños con calles más amplias, con mayor espacio para el transeúnte, con una proporción más lógica en verticalidad de los edificios, con espacios más abiertos, con mayor presencia de elementos naturales como arbolado y zonas verdes. En definitiva, espacios más pensados para el ciudadano en los que se prescinde de lo artificioso, de lo innecesario y en consecuencia se produce un acercamiento hacia una concepción más entroncada con lo natural.

No es lógico que se permitan diseños urbanísticos en los que la distancia entre edificios imposibilite que penetre el sol, o en los que la proporción entre distancia y altura logran que conversaciones a nivel de calle resuenen en un cuarto piso como si se estuviera presente en la dialéctica. No es lógico que se aprueben diseños con tanta reincidencia en materiales constructivos reflectantes que en nada favorecen la absorción de los ruidos ambientales.

Cualquier profesional del sector sabe que elementos naturales como árboles, setos o jardines, reducen un mínimo de entre 3 a 6 dB el ruido aéreo; que los espacios abiertos disminuyen la concentración de reflexiones estacionarias enmascarantes y, que las barrearas naturales o artificiales han de ser utilizadas como elementos aislantes. Sin embargo, en muchas zonas de nueva construcción lo más fácil es encontrase con mucho cemento y bloques de pisos de cuatro, cinco o más alturas separados por la mínima distancia que establece la ley. Para evitar esto existe la Ley del Ruido, que tiene como principios la prevención, vigilancia y reducción de la contaminación acústica, y como objetivos, entre otros, la creación de planes urbanísticos más lógicos que reconozcan como tales las zonas de servidumbre acústica, así como lograr que los edificios sean considerados como parte del Medio Ambiente, en concreto, como receptores acústicos. Se supone que desde 2012 todas las ciudades españolas de menos de 250.000 habitantes deberán disponer obligatoriamente de un mapa del ruido.

El exagerado avance del mercado inmobiliario provocó un sobredimensionamiento de los espacios urbanizables. Proyectos que debido a la complejidad del tejido urbano y a la distribución espacial de fuentes sonoras deberían conllevar un estudio y tratamiento singular de las necesidades acústicas. No es lógica la aplicación de un diseño estándar, tan siquiera una ejecución estándar. Las particulares circunstancias constructivas de cada diseño establecen un seguimiento específico que no debería basarse únicamente en la normativa, sino en las peculiaridades de cada zona urbana, buscando así matices sonoros específicos que constituyan la identidad cotidiana, pero al tiempo preservando valores genéricos que coincidan con el respeto y cuidado del medio ambiente sonoro. Por lo que los organismos oficiales reguladores no pueden convertirse en meros espectadores, deben tomar conciencia de las características acústicas de los diferentes ecosistemas urbanos (entre otros), y pensar en su custodia y preservación.

Conclusiones

En opinión de los autores:

  • El paisaje sonoro es sin duda un elemento de identificación sociocultural. Describe los rasgos característicos de la sociedad, su actividad y su entorno.
  • Debería ser considerado como patrimonio cultural, siendo expuesto a la ciudadanía en pro del conocimiento, reconocimiento y análisis de los cambios sociales que representa.
  • Es necesario concienciar a la población de la importancia de respetar y preservar los ecosistemas sonoros. La acción educativa es una de las mejores formas de acción preventiva.
  • Todo paisaje sonoro posee una base de origen natural acorde con la idiosincrasia del entorno, que ha de ser respetada en la mayor medida posible.
  • Un paisaje sonoro bien gestionado debería permitir la mezcla equilibrada de todas sus fuentes sonoras así como su identificación, evitando aquellos sonidos de claro corte invasivo con persistencia en el tiempo.
  • Los problemas de contaminación acústica en las ciudades tienen su causa principalmente en el tráfico rodado de combustible. Los resultados de las investigaciones realizadas para solventar el problema del ruido generado por los neumáticos y el asfalto después de 103 años son claramente insuficientes, por lo que, o se realizan mayores esfuerzos con resultados tangibles, o sería necesario replantearse las medidas legislativas.
  • -Aunque con numerosos recursos a su favor, el diseño urbanístico sigue mostrando una clara falta de compromiso hacia el concepto de medio ambiente sonoro sostenible

En definitiva, ninguno de los anteriores tendrá sentido si no se conciencia a la población de la necesidad de comprender y respetar los valores que hacen de un ecosistema sonoro algo tangible y saludable.

Referencias
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Referencias en Línea

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